La violencia de los hijos hacia los padres es una conducta de maltrato que persigue la humillación, acoso y desafío a la autoridad con la intención evidente de dominar y herir. (Cotrell, 2001)
Las agresiones son reiteradas y no están causadas por enfermedades, psicopatologías, consumo de drogas , etc. La edad de inicio está entre 12-14 años alcanzando el pico entre los 15-17 años.
La violencia puede ser psicológica, física, emocional
y financiera. Normalmente se va
desarrollando a lo largo de la primera infancia y es a partir de la
adolescencia cuando se manifiesta con mayor intensidad causando desconcierto, vergüenza y alarma en
los padres que no ven la forma de
atajarla.
No hay diferencia de género en cuanto a los agresores,
sin embargo la victima predominante es la madre.
Son niños irritables, con baja capacidad para ponerse
en el lugar del otro (empatía), caprichosos, quieren algo y lo quieren ya,
egoístas e impulsivos que se enfadan muy a menudo y explotan atacando a los
padres por exigirles algo tan simple como recoger la ropa, quitar la mesa,
pedirle que estudie y ya no digamos
cuando se les niega algo que piden. Suele haber un historia de
violencia, bien entre ambos padres o de estos al hijo, o por el contrario un
modelo educativo de “dejar hacer” con pocas normas que regulen la conducta y
escasez de límites.
Estos niños pueden verse implicados en conductas
delictivas (consumo de drogas, maltrato, hurtos), fracaso escolar y buscan la compañía de otros muchachos con
actitudes parecidas
.
QUÉ PUEDEN HACER LOS PADRES PARA CONTROLAR LA VIOLENCIA
Como comentaba al principio los padres, por vergüenza
o sentimientos de fracaso, suelen ocultar las agresiones de sus hijos y no solicitan la ayuda
psicológica hasta que la situación les desborda.
La prevención a través de la educación
Según las estadísticas la violencia se dirige a la
madre en mayor proporción que al padre, por lo tanto educar
en igualdad de género puede evitar esos comportamientos machistas
Los modelos educativos basados en la resolución de
conflictos y la negociación, siempre que sea posible, enseñan empatía: ponerse
en el lugar del otro, respetar y
comprender sus puntos de vista aunque no los comparta. Padres agresivos y dominantes
enseñan a sus hijos que la
agresión es la mejor forma de resolver las diferencias.
Es conveniente inculcar a los hijos desde la infancia normas y límites claros adecuados a su edad; formarles en los
valores que guiaran su comportamiento de forma adaptada. Padres muy permisivos, que no educan, si
no que “todo vale”, forman niños, futuros adultos, que se frustrarán rápidamente cuando las condiciones no les son
satisfactorias, reaccionando de forma poco adaptada, con ira, ansiedad,
agresividad…etc.
Es importante crear un ambiente de confianza con los
hijos para conocer cómo son sus amigos, que tal les va en el colegio con
profesores y compañeros, qué ocurre de interés cada día en la clase, los
contenidos y las personas con las que interactúan en las redes sociales etc...
Qué hacer en situación
de crisis violenta.
Primero averiguar por qué y para qué se comporta así.
En la situación de crisis, cuando aparecen conductas
violentas del hijo, lo más
importante es que los padres no pierdan
la calma. Es difícil controlarse en esas
circunstancias, pero han de mostrarle que no son vulnerables ante esos
comportamientos. El hijo pretende alterarlos para que entren en la discusión que
él está provocando, irritarlos y desestabilizarlos emocionalmente; si lo
consigue se sentirá poderoso y lo repetirá. Es importante ignorarlo y aparentar
que no afectan sus malos modos, para que
aprenda que esa violencia no le es útil.
Si están a punto de perder el control lo mejor es
retirarse, irse a otro sitio, ponerse lo cascos para escuchar
música…cualquier opción que ayude a evitar el descontrol, la ira y el enfrentamiento.
Una vez su hijo se haya tranquilizado se darán las condiciones
para mantener una conversación con él, intentando que utilice la lógica para
que, razonando, se pueda alcanzar un entendimiento. Esta es una estrategia
que ha de aprender porque empieza
a querer controlar él también su entorno familiar imponiendo sus deseos.
Esas conductas merecen ser castigadas. Es aconsejable
que el castigo se imponga una vez
calmados porque en el ardor del momento se puede imponer castigos de difícil
cumplimiento.
Los castigos no son una venganza, tienen
el cometido de erradicar la violencia, por lo tanto ha de ser realistas (que se puedan
cumplir), eficaces ( que cumpla su
finalidad) y proporcionados a la conducta que los ha provocado. Se
le explicará que no se va a tolerar esa conducta
violenta porque hay otras alternativas más racionales para abordar los
conflictos, pero que de repetirse se enfrentara a las consecuencias.
Ejemplo de castigos: reducir tiempo dedicado a ver TV, videojuegos o uso del móvil. Ejemplos de castigos
difíciles de realizar: ¡ya no coges más el móvil!; se te acabó internet; a mí
no me vuelvas a hablar; te voy a cerrar en tu cuarto y solo saldrás para ir a
clase.
Tratamiento psicológico aplicado en nuestro gabinete por el equipo de psicología y pedagogía de niños y adolescentes.
Protocolo de actuación:
·
Evaluación de padres e hijos mediante entrevistas semiestructuradas y
aplicación de cuestionarios.
·
Tratamiento estándar. El tratamiento con los adolescentes ira encaminado a
dotarle de una serie de estrategias para que responda a las situaciones
cotidianas de forma mas adaptada.
·
Tratamiento específico de situaciones propias de cada caso.
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