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viernes, 16 de mayo de 2014

EL ACOSO MORAL O MALTRATO PSICOLÓGICO PUEDE HACER "PEDAZOS" A QUIEN LO PADECE

SE PUEDE DESTRUIR A UNA PERSONA SÓLO CON PALABRAS, MIRADAS, MENTIRAS O HUMILLACIONES.


Son palabras de la psiquiatra Marie-France Hirigoyen,  autora del libro que os quiero recomendar "El Acoso Moral, el Maltrato Psicológico en la Vida Cotidiana"

Hirigoyen describe en este libro al maltratador, al que denomina depredador, y su estrategia de violencia perversa, con una gran precisión.

Hace un símil entre la estrategia del depredador o acosador humano  y el depredador animal ante su presa, en ambos casos el  primer acto es paralizar a la  victima elegida para que no se pueda defender; lo que genera en ella altos niveles de ansiedad y una actitud defensiva que a su vez provocará que el depredador aumente sus agresiones para someterla.

El depredador humano, en su actitud perversa, no va a destruir a su victima de una vez, lo hará poco a poco, anulando su capacidad defensiva, el sentido crítico, esto es, anulando toda la capacidad de que se pueda rebelar. Esta es la forma de abusar sin que la victima  se percate  de ello.

La estrategia del acosador, es deliberada, planificada fría y cruel, la desarrolla en dos fases:
Primera fase o fase de seducción perversa, con la finalidad de desestabilizar a la víctima para que pierda la confianza en ella misma y en los demás, de forma que se "autoconvenza" de que sin él no es nadie
Segunda fase de violencia: burlarse de sus convicciones,dejar de hablarle, ridiculizarlo en público, hacer que dude de su juicio o su capacidad de tomar decisiones. Lo hace de forma constante y sibilina, en pequeñas dosis. (ver la metáfora de la rana).

El  perverso no tiene ni escrúpulos ni remordimientos, para él lo importante es hacerle creer a la victima que ella  es la culpable, por lo que esta se esmerará más y más en complacerle para que no se rompa ese vínculo, sin el cual ella cree no poder vivir.

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METÁFORA DE LA RANA HERVIDA

Publicada en El Mundo
Viernes 7, septiembre 2012 



Imagine una cazuela llena de agua, en cuyo interior nada tranquilamente una rana. Se está calentando la cazuela a fuego lento. Al cabo de un rato el agua está tibia. A la rana esto le parece agradable, y sigue nadando. La temperatura empieza a subir. Ahora el agua está caliente. Un poco más de lo que suele gustarle a la rana. Pero ella no se inquieta y además el calor siempre le produce algo de fatiga y somnolencia. Ahora el agua está caliente de verdad. A la rana empieza a parecerle desagradable. Lo malo es que se encuentra sin fuerzas, así que se limita a aguantar y no hace nada más.
La temperatura del agua sigue subiendo poco a poco, nunca de una manera acelerada, hasta el momento en que la rana acaba hervida y muere sin haber realizado el menor esfuerzo para salir de la cazuela. Si la hubiéramos sumergido de golpe en un recipiente con el agua a cincuenta grados, ella se habría puesto a salvo de un enérgico salto.
Es un experimento rico en enseñanzas. Nos demuestra que un deterioro, si es muy lento, pasa inadvertido y la mayoría de las veces no suscita reacción, ni oposición, ni rebeldía. 
Estamos esperando tus comentarios... y si te ha gustado este artículo no dudes en compartirlo en tus redes sociales. Cualquier duda te puedes poner en contacto con la psicóloga Josefina Rodríguez Merino


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