Vivir con un adicto es muy difícil, tan difícil que a veces no lo puede superar ni la propia madre que se ve obligada a echarlo de casa para preservar la salud familiar
Para un adicto, por encima de todo y de todos, puede llegar a ser conseguir aquello a lo que es adicto, en este caso la cocaína. Me decía un paciente que la cocaína es una mala amante que no te comparte con nadie porque lo quiere todo de ti para ella.
Si la adicción la tiene tu pareja, te frustrarás a diario esperando que cumpla esas vanas promesas de “te prometo que esta ha sido la última vez” y recae con mil excusas que muchas veces prefieres creer. Poco a poco se mete en una espiral que le aleja de ti y de los hijos; la economía se resiente, descubres que tiene deudas, temes que se den cuenta en el trabajo y lo despidan… mientras tú vas asumiendo todas las responsabilidades familiares y económicas, esperando que cambie. Mantienes ese halo de esperanza porque crees que con tu amor y apoyo dejará la cocaína, el alcohol, el juego… ¿Cuántas veces te has sentido responsable de no haber hecho lo suficiente o no haberle dado lo que necesita.?
Tengo tantos recuerdos de esos héroes y heroínas, tratando de sacar a su hijo/a o su pareja de las drogas porque se les iba la vida…peregrinando de un especialista a otro, a una asociación. a un ingreso en una comunidad terapéutica…
Dos casos extremos que recuerdo y que por desgracia no son raros:
Quiero recordar a una madre que venía a consultarme qué hacer con su hijo. Este joven, de más de 30 años, vivía con los padres, ya jubilados, padecía una patología dual (adicto a la cocaína y esquizofrenenico), de vez en cuando le pedía dinero a su madre para comprar cocaína, ella se negaba, pero había veces que se ponía muy agresivo y si no le daba dinero le pegaba. Le pregunté qué hacía el padre ante esta situación y me respondió que no lo sabía, se lo ocultaba porque, según decía, su marido era muy bruto y echaría a su hijo de casa. La recomendación fue que siguiera cuidándolo, porque de lo contrario no se tomaría su medicación, no se alimentaría correctamente ni se asearía y su salud mental empeoraría de forma muy significativa, pero que el marido debería colaborar para ayudarle a ella con esa carga.
Recuerdo a ese muchacho que vivía con su novia; cuando se fueron a vivir juntos él ya sabía que ella tenía un problema de adicción a la cocaína. Lejos de mejorar con la nueva situación, la adicción fue en aumento, ella se iba de casa de vez en cuando, se prostituía a cambio de cocaína, él iba a buscarla, la recogía muy “colocada, sucia y medio tirada por ahí”, la llevaba a casa y la cuidaba hasta que se reponía, así una y otra vez. Contaba que ya no podía más, que estaba destrozado de esta situación y no conseguía nada. La recomendación fue que la dejara. No sé si lo hizo, no volví a verlo.
Las distintas formas de relación que se suele dar entre un adicto/a y su familia, en especial la pareja, son:
- Alejamiento emocional. El/ella, no esta pendiente de lo que su familia necesita, no colabora, porque la mayoría del tiempo su pensamiento lo ocupa todo aquello que tiene relación con su adicción.
- Codependencia. Esta forma de relacionarse es muy común sobre todo en la pareja del adicto, aunque también se da en otros familiares e incluso en amigos. El/la codependiente se olvida de si mismo, de sus necesidades y centra su interés en los problemas del adicto, cuando este no le corresponde se frustra y se deprime. El codependiente necesita sentirse necesitado por alguien, por eso suele establecer relaciones con personas problemáticas. En el fondo subyce una necesidad de sentirse querida o valiosa para alguien si me necesita no me abandonara.
- Inestabilidad y malestar emocional. Suele ocurrir cuando la persona adicta no progresa y queda estancada en un marasmo de mentiras y promesas, incluso llegando a maltratar a quien la cuida provocando frustración en el “cuidador” por las expectativas incumplidas con elevada probabilidad de que con el tiempo degenere en un trastorno depresivo
- Necesidad de control. Se controla el más mínimo movimiento del adicto, pudiendo convertirse en una obsesión que alcanzando hasta el entorno de las amistades que frecuenta. Este exceso de control provoca la ira y agresividad en la persona que tiene la adicción. Para evitar generar este tipo de relación espia-espiado, es conveniente hablar claramente y sin ambigüedades de los temores e inseguridades sin que la otra persona se sienta invadida (lo que en psicología llamamos “asertividad”) y llegar a acuerdos para satisfacer a ambas partes.
Ejemplo: -yo deseo confiar en ti porque me preocupa tu salud, pero no quiero molestarte, ¿dime como lo podemos hacer?.
¿Qué hacer una vez se sospechan signos claros de adicción a la cocaína?
- Comunicación abierta y total sobre las consecuencias negativas y la imposibilidad de seguir engañando o pedir dinero prestado. Una reunión familiar de todos los miembros puede ser un buen recurso, para que el adicto sienta el apoyo de todos, que toda la familia se implica en el problema con ánimo de ayudarle a salir de él, no de reprochárselo. Hacerle ver claramente que la droga es el enemigo y el una víctima.
- Buscar ayuda psicológica especializada: privada o publica. Existe una red asistencial en todos los ayuntamientos de atención a las dependencias, donde lo tratan y lo pueden derivar a una comunidad terapéutica si fuese necesario, de forma gratuita.
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terapia de pareja y familar.
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